miércoles, 25 de abril de 2012

Lectura mística de la vid y los sarmientos Jn 15,1-17





Lectura mística de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-17)

Pontificia Universidad Javeriana, Pastoral: Tertulia Ignaciana
Lectura mística de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-17)
Inspirado en Anselm Grün, K. Rahner y Flaherty
Elaborado por: Guillermo Zapata, S.J.
Mayo 8 de 2012


1.       Las metáforas del viñedo: Israel y Jesús
La imagen mística de la vid, es no sólo una de las metáforas de Israel sino también símbolo de Jesús y sus discípulos quienes permanecen unidos en la cercanía y el amor de amistad.
De la vid, podemos remontarnos al sentido del vino siguiendo la SE que afirma: «el buen vino alegra el corazón». Esta alegría del corazón nos remite a los dioses del vino Diosisos y Baco que se relacionan con la fiesta, y la música hasta alcanzar el éxtasis. La religión tiene como tarea buscar el verdadero éxtasis, abriendo un espacio de esperanza y libertad en comunión con lo sagrado. Quiere indicarnos que la mística, al ser camino de lo sagrado, también nos invita a abandonar los caminos habituales circunscritos a las normas y a la ley abriendo con fidelidad creadora nuevos horizontes de libertad.
Para lograr la libertad, es preciso encontrar el dinamismo que nos conduce más allá de nosotros mismos creando un “éthos”, una koinonía en apertura festiva al mundo.
Precisamente el teólogo Karl Rahner se refiere a una "mística de la alegría del mundo" (Mystik der Welt-freudigkeit) presente en los Ejercicios Espirituales, en los que se contempla la cercanía y comunión de Dios con el hombre en el  misterio de la Encarnación de Jesús. Ignacio invita al ejercitante a ver cómo Dios se inclina con amor y compasión sobre el mundo, sobre el cual desciende todo bien (que viene de lo alto EE 237), para entrar en comunión definitiva con él.

2.       El árbol de la vida
Al entrar en comunión con Dios, con el mundo y con la historia, el amor permite ser fieles creativamente, desde el centro interior de tal manera que nos hace capaces de responder a los desafíos del presente.
San Juan en este texto de la vid y los sarmientos, nos hace referencia a la unión y el encuentro con Jesús quien nos conduce hasta el Padre, permitiéndonos divinizarnos, de tal manera que esta expansión divina (embriaguez) nos llene de gozo en el amor. Al entrar en comunión con Dios, la humanidad se diviniza, el corazón se alegra y renacemos en el Señor (Orígenes). Este camino místico de la comunión con Dios nos trae la alegría de la vida.
 El árbol expresa la vitalidad de la imagen de unión de sus ramas al tronco. Son las imágenes del árbol de la vida que es la unión nuestra con el Señor quien se pude definir con las figuras de la vid, los sarmientos, el pan, la puerta, todas ellas relacionadas con la cercanía de la vida. Sin embargo, el árbol necesita ser podado, para que crezca más vigorosamente. Dar fruto y podar los sarmientos son signos de la purificación de un amor incondicional que se transparenta y transforma.
La vida consiste así una mística de unión con Dios, “amor esponsal” lo llama el cantar de los cantares (San Juan de la Cruz, Santa Teresa), Ignacio le llama en encontrar a Dios en todas las cosas y a todas las cosas en él, a través de la mística de la simpatía con el mundo y con todo lo creado.
 3.       Permanecer en el amor incondicional

Cada discípulo permanece unido en el espíritu de amor a su Maestro, de tal manera que se hace más fuerte que la muerte, capaz de superar la contradicción de la cruz. Ya los discípulos quieren permanecer junto al Señor armando tres tiendas en la escena de la transfiguración que nos narra san Lucas (Lc 9, 28-38). Este amor incondicional que se irradia desde el centro interior es Cristo, y se convierte en un absoluto más allá de la vida y de la muerte; como afirma San Juan: «Nadie tiene mayo amor que el que da su vida por sus amigos» (Jn 15, 13). De este modo, permanecer unidos en el amor hasta el extremo, es morar en la alegría interior que ensanchar el alma –A. Grün–.
Con este amor incondicional  nos hacemos amigos en el Señor, y de este modo, amigos de Dios, movidos por su mismo amor y confianza.
En estos misterios de la amistad divina, presente en las metáforas del árbol de la vida, la muerte no es un escándalo, sino la suprema manifestación de la vida, donde la misma muerte sella la amistad para siempre

4. Afecto y sacrificio vs sufrimiento y esperanza

El amor humano tiene en su seno la tentación del egocentrismo: pues “lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí  mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si n o permanecéis en mí” (Jn 15,4). El amor viene de muy lejos, de Dios. Implica una madurez humana, afectiva, psicológica que no deja de lado el sacrificio y las rupturas de crecimiento. Para insistir en la dimensión sacrificial, cuya metáfora es el vino que nace de la uva pisada, es decir, de la dimensión sacrificial de la vida, inspiremos nuestra conversación en el siguiente texto, donde la misma muerte es experiencia del Espíritu, de libertad y de Gracia.






(Cf. Cristobal Villalpando, Méjico)

Citemos ahora a K. Rahener, sus palabras nos adentran el el misterio del Espíritu, el sufrimiento y la Gracia. Desde allí entendemos la metáfora de la vid y los sarmientos.
«Pasemos revista, por último, a las experiencias concretas de vida, que, lo sepamos o no de un modo reflejo, son experiencias del Espíritu, siempre y cuando nos enfrentemos con ellas en forma adecuada…
»Solo nos es posible mencionar aquí algunos ejemplos entresacados al azar y de manera no sistemática…
»He ahí un hombre que de repente descubre que puede perdonar, aunque por ello no reciba recompensa alguna y que admite como evidente el perdón silencioso de la otra parte.
»He ahí un hombre que intenta amar a Dios, aunque de su mudo misterio no parece llegar a ninguna respuesta a tal amor; aunque no le arrastra ya ninguna ola de cálido entusiasmo; aunque no pueda ya confundirse a sí mismo y su impulso vital con Dios, aunque en ese amor se ve morir, porque se le presenta bajo los rasgos de la muerte y de la negación absoluta, porque le parece que se clama en el vacío , en un abismo sin eco, porque es como un horrible salto en el caos, porque todo en él se vuelve incomprensible y sin sentido.
»He aquí un hombre que cumple con su deber, pese a la acuciante sensación de negarse a sí mismo y aniquilarse de acometer una solemne necesidad que nadie leva a agradecer.
»He aquí un hombre que hace el bien a otro, sin que en éste vibre una sola nota de comprensión o gratitud, sin que ese bien ni siquiera redunde en la pequeña satisfacción de sentirse altruista, honrado etc.
»He aquí un hombre que calla, aunque podría defenderse, aunque se sabe tratado con injusticia, calla, sin gozar su silencio como soberanía de su inviolabilidad
»He aquí un hombre que obedece, no porque se vea forzado a ello so pena de consecuencias desagradables, sino a causa de ese algo misterioso, mudo, incomprensible, que llamamos Dios y su voluntad.
»He aquí un hombre que renuncia a lo que más estima sin que nadie se lo agradezca, sin que su acto le proporcione siquiera una complacencia interna…
»Podríamos seguir prolongando mucho más la lista, sin conseguir quizá evocar del todo aquella experiencia que, para cada vida humana, es la experiencia del Espíritu, de la libertad y de la gracia [1].
Para la conversación… contexto en el horizonte de la madurez afectiva…
«Maduración afectivo quiere decir desarrollo e integración de todas las fuerzas y emociones de la persona humana...» (Flaherty). Estar atento a una vida sana afectiva es indispensable para el crecimiento espiritual y la capacidad de entregamos plenamente en nuestro trabajo. El ser humano sigue desarrollándose y dejar de crecer es estancamiento, es morir antes de tiempo, es como dice el texto “separado… sin poder dar fruto” (v.4).
Al adentrarse en el horizonte psicológico de la mística de la afectividad, el manejo complejo de las emociones forma lo que algunos psicólogos llaman «la inteligencia emocional», en la que se puede señalar cinco aspectos que la facilitan a saber para vivir con felicidad y eficacia: Auto-conocimiento, manejo y procesamiento de las emociones; auto-motivación; el reconocer las emociones en los demás (empatía); y finalmente, el adecuado manejo de las relaciones interpersonales.
De todas maneras como afirma Aristóteles: «Cualquier persona puede llegar a enojarse; esto es lo más fácil. Pero el enojarse con la persona indicada, en el nivel apropiado,  con el momento oportuno, por un motivo razonable y en el forma adecuada, no es fácil». (Aristóteles, EN).







[1] K. RAHNER, Erfahrung des Geistes, Reiburg, 1977, pp.37-42, citado por Weger, Karl-Heinz, Ibid. pp. 105-107.




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