Los sueños de vida
La morada de Dios en nosotros
Por:
Anselm
Grün
Conferencia pronunciada en Uniagustiniana,
Bogotá,
Abril 13 de 2012.
(Apuntes
ag/gz)
Para
recuperar nuestros sueños de vida, algunas veces tenemos que atravesar por el
camino del dolor. A pesar del de que se haya partido todo… es muy importante recuperar
ese sueño, que en el fondo nos lleva a la fe. En medio del sufrimiento podemos
experimentar quién es Dios, que se manifiesta de muchas maneras.
Es,
precisamente en el núcleo del mismo
dolor encontrarnos con Dios. Este encontrar a Dios en medio del dolor está
unido a la fe.
Algunas
veces, este sueño se desbarata, sin embargo, atravesando el mismo sufrimiento
logramos abrazar el dolor y llegar al fondo de mi alma, y allí mismo descubro
mi propio ser, la imagen que Dios ha hecho en mí. Atravesando el dolor, sueño
mi vitalidad. Cuando me niego a sentir el dolor por medio del resucitado
expreso de varias maneras esta negación. Por ejemplo: quejándome que no hace
otra cosa que la autocompasión, o tal vez, sintiéndome culpable, o haciendo
culpables a los otros, a loa sociedad, a los amigos, porque el sueño de mi vida
se derrumbó.
Pero
esta incapacidad de dolor bloqueada por el dolor puede presentarse como incapacidad para soñar
dolor, o hacer el duelo. El duelo es por los sueños de vida que se han desbaratando,
porque no están bien gestados, ya que la realidad no coincide con los sueños.
Es
importante sentirse acompañado en los momentos de crisis, como lo es también el
hecho de sentir el dolor.
Aunque
bien sabemos que cada vez que me decido por algo, también me decido en contra
de algo (y lo puedo lamentar, seguramente). Si me decido lamentar por el hecho
de ser monje, por no tener esposa, o, en el caso de una persona casada, de
tener sólo ésta esposa. Notamos que cada vida es relativa. No podemos vivirlo
todo.
Si
me lamento por mi mediocridad, por medio de ella llego a la “realidad”. Por
medio de ella, puedo llegar a tocar mi realidad. De todos modos, puedo tildar a
los otros que tienen la culpa de que mi vida sea tan difícil, voy haciéndome
consciente que, de todas maneras, debo hacer el duelo, es decir, despedirme de
mis ilusiones. De todas maneras, tengo que vivir así como soy.
Los
sueños de la vida, coinciden con la imagen que se quiere formar dentro de
nosotros.
Según
Platón, la educación consiste en formarnos imágenes dentro de nosotros (Build).
Dios
tiene una imagen para cada uno de nosotros. Y cada uno de nosotros es imagen de
dios, pero nuestro deber es semejarnos cada vez más a Dios.
Es
preciso nutrirse de esta imagen interior de Dios en nosotros, como de una
fuente inagotable, original, auténtica.
No
querer vivir de otra imagen que de la expectativa de los demás, es una
verdadera tragedia para muchos. Soñaron expectativas que no coincidieron con su
manera de ser.
Preguntémonos
ahora, ¿cómo encontrar esta imagen única de Dios en nosotros? Existen dos
caminos a) Sentirme ante Dios de tal manera que mi vida fluya tranquilamente,
estoy en concordancia con la imagen que Dios ha hecho en mí. Soy semejante a
Dios. En segundo lugar b) mirar en la infancia allí donde me entretenía sin
cansarme, allí donde podía estar en contacto conmigo mismo.
Preguntémonos,
¿qué imagen de mí tendré mañana en mi trabajo? A esta pregunta una profesora
respondía que sería una “domadora”.
Un
sacerdote que acudió a una consulta contaba que tenía dos grandes imágenes. La primera
de ellas consistía en un sueño recurrente en que venía una gran empresa
espiritual, la Iglesia, pero que muy pocos acuden a ella. En segundo lugar, se
sentía encima de una duna de arena en la que no podía caminar, allí donde no
vale ningún movimiento. Se le preguntó ¿a qué jugaba cuando niño? Y respondió
que con una gran represa formada por muchos riachuelos, pero que experimentaba
en el mismo sueño que cada día volvía a empezar. Pero, ¿cómo relacionar estas
imágenes? ¿cómo volver a movilizar h hacer fluida la vía de quienes se sienten
estancados? ¿cómo volver a encontrar la dirección correcta? En el contacto con
esta imagen del sueño, pudo recuperar su deber su deber como sacerdote. Permitir
que los otros encuentren su propio sueño, y dejar fluir ese sueño desde su
trabajo pastoral y de fe.
Otro
ejemplo que podemos mencionar es el de un director del colegio quien se
confrontaba con unos niños complicados, unos padres exigentes, un ministerio de
educación burocrático. A la pregunta ¿dónde jugaba cuando niño? Respondió que
en el ático de su casa, es decir, que buscaba construir su propio mundo. Esta construcción
de su propio mundo representaba la tarea a la que se sentía motivado como
educador, permitiendo que cada quien construyera su propio mundo, acompañando a
los otros a su autonomía y madurez.
En
síntesis, es tomando contacto con la imagen interior que nosotros tenemos de nosotros
mismos, como la vida es capaz de fluir otra vez.
Podemos
también anotar el ejemplo de la esposa de un industria, quien gastaba grandes
cantidades de dinero en terapias costosas al pensar que estaba en la dirección
equivocada, deseaba ser escritora o poeta a los cuarenta años de edad. Sin embargo,
ahora, a su edad, -pensaba para sus adentros- no tenía mucho sentido. De todas maneras,
lo que había construido hasta el presente, también cuenta como su sueño. Lo construí
hasta ahora está bien, pues se trata de llegar a la propia fuente interior, a
su propio sueño de vida. De este mundo frío, podemos hacer, a través de un
lenguaje cálido y acogedor, un mundo mejor, vital al que aludiremos en la
segunda parte de esta conferencia.
Los
sueños de la vida los podemos delimitar como la fuente que mana de nuestro
interior y nunca se seca. Estos sueños de la vida nos revelan la visión que
Dios tuvo sobre nosotros para construir el mundo. Cada uno de nosotros es importante
para Dios, y tiene un sueño de vida, que no necesariamente tiene que ver con
algo grandioso. Se trata simplemente de entrar en contacto con nosotros mismos,
e ir construyendo un mundo diáfano e impregnado por el espíritu de Cristo,
quien es el mejor sueño de Dios sobre un hombre, como bien lo asevera el
Concilio Vaticano II cuando afirma que en Cristo se nos revela el verdadero
sentido del hombre (GS 32).
En
la sesión de preguntas, subrayó Anselm Grün que las crisis de la mitad de la
vida son la oportunidad para entrar en contacto con nuestra fuente interior; al
entrar en contacto con nuestra fuente interior, estamos en contacto con
nosotros mismos.
El
sueño de vida nos revela la fuente que tenemos en nuestro interior, y nos ayuda tener presente los sentimientos de
nuestra infancia, los juegos, los deseos. La mística alemana Hildegard von
Bingen afirma que “el arte de ser humano es convertir las heridas en perlas”;
ya que las heridas te abren a ti mismo, a tu verdadero ser. Al reconciliarse
consigo mismo, podemos ayudar a otras personas porque es abriéndose a sí mismo
como nos configuramos en una bendición para los otros.
Los
sueños de la vida se dan también a lo largo de toda la vida. Lo importante es
no dejar de soñar, y diferenciar muy bien los sueños de las ilusiones. Por ello
es importante ser críticos ante nuestras propias quimeras.
La
depresión es un grito que ayuda al alma. Es factible que nuestras imágenes
interiores contrasten con las imágenes que nos proponen los medios de comunicación.
Es preciso escuchar la voz que nos habla desde el silencio, por ello los
espacios de la Eucaristía, la meditación, la liturgia, son excelentes
oportunidades para nuestro peregrinar interior. Es un peligro acomodarnos a las
imágenes del mundo moderno. De todos modos, nuestros juegos de la infancia nos
permitieron ir ensayando nuestra propia realidad, que es preciso dejar fluir en
el espacio propio del cuerpo, recordando especialmente, cuando éramos niños. De
ahí la importancia de dialogar mucho con ellos, ya que son estos grandes
filósofos y teólogos que tenemos en casa, procurando no eludir ninguna de sus
preguntas. Debemos asumir esto como un reto.
Dios habla en clave a cada persona
(2ª
parte de la Conferencia, Abril 13/2012)
Si
Dios nos habla en clave a cada persona, nuestra tarea será descubrir la única
palabra de Dios revelada en mí. Si se pide a cada quien hace un alto, y anote
éste mensaje de Dios escrito en su interior, aquel mensaje que brota de su
corazón, luego se puede poner en común el lenguaje escrito para cada quien. Cada
mensaje expresa el mundo de alguien. Así fue desde antiguo con los profetas,
los reyes, expresaron lo que Dios quiere de ellos.
Dios
se hizo un sueño del hombre, y éste sueño
se empañó, por ello es preciso volverlo a sopar. Con Jesucristo, el Padre
volvió a soñar el hombre. Recordemos como el evangelista Lucas, según afirma la
tradición, era pintor. Escribía creando un cuadro. Jesús es una persona real. Recordemos
que para Platón, educar es instruir, hacer una imagen interior, la imagen
divina que cada uno de nosotros lleva dentro de sí. Platón escribió 400 años
antes de Cristo, y afirmaba que a un justo le clavarían, le colgarían, le
crucificarían en una cruz.
En
el evangelio de San Mateo se afirma sobre Jesucristo que: éste fue el hombre
verdaderamente justo.
Jesús
cumple con el hecho de ser el hombre verdaderamente justo. La vida de Jesús, es
tal como una “obra de teatro”. El teatro es el escenario espiritual. La obra de
Teatro, según Aristóteles, es una “catarsis”, que permite limpiar la visión,
recuperar la imagen verdadera, distorsionada en la tragedia.
San
Lucas nos presenta la crucifixión como una obra trágica, donde todos los que
miren, son golpeados de tal manera por lo que vieron que quedan inmediatamente
transformados. Jesucristo crucificado, es la verdadera imagen divina sobre el
hombre. Este contacto con la imagen de Dios, se hizo en nosotros vida, quien la
mira, se transforma. Somos salvados por la contemplación de esta imagen, según
nos sigue afirmando el evangelio de San Lucas. Jesús en la cruz
comprendiéndome, abrazándonos, sabiendo que nos ha perdonado, nos permite
experimentar salvación. Al ver en este hombre crucificado al totalmente justo,
vemos en Él cómo maneja su relación con este mundo, y cómo nos convertimos en
este hombre justo.
La
Eucaristía se puede entender también desde el hecho de ser obra de teatro
santa, porque cuando la vemos, entramos en contacto con la imagen que Dios se
hizo de nosotros. En la Eucaristía, que es la Pascua, debemos imaginarnos esta
imagen de Jesús como resucitado que nos hace también resucitar desde el vacío a
la fuerza de la plenitud.
La
resurrección nos permite pasar de la petrificación y en anquilosamiento, al
mundo del dinamismo y de la vida. De la resignación a la confirmación de
nuestra vida. De la desesperación, a la esperanza que no conoce ocaso.
Forjamos
esta imagen por la Eucaristía encontrando la imagen de Dios en nosotros.
La
Liturgia contiene estas palabras e imágenes de dios en nosotros, también imágenes
de la sociedad que deseamos; tal como la soñaron los profetas como Amós,
Jeremías, Isaías, en verdaderas profecías.
Las
palabras de los profetas tienen una fuerza explosiva y transformante de la
realidad. La fuerza para la transformación del mundo.
Max
O´Callaghan, filósofo de los años 60s, afirmaba que “la iglesia tiene la misión
de mantener despierto el anhelo por un mundo diferente y por ello, aporta el
cambio a la sociedad”, pues la sociedad es sí es un sistema totalitario, que
maneja al hombre, quiriéndole delimitar, definir. Mantener despierto el sueño
de Dios en un espacio donde se es libre,
es la tarea por excelencia de toda Iglesia.
En
épocas del socialismo fue prohibido el texto de Isaías que afirmaba que es
preciso “convertir las espadas en arados”. El estado totalitario prohibió que
este texto fuera escrito en papel. Los jóvenes los imprimieron en las telas de
sus bluyines, camisetas, chaquetas. Estas palabras causaron una honda impresión
que muestra la fuerza de la palabra de Dios en la construcción de la sociedad.
También
existen pues, los sueños colectivos, como el de Martín Luther King, quien
afirmaba con frecuencia: “tengo un sueño”, sueño que si miramos bien, se
convirtió en realidad en EEUU al elegir democráticamente a un presidente negro.
Si uno sueña, es sólo un sueño, si muchos sueñan, es un camino hacia la
sociedad.
Los
cristianos sueñan juntos, ese sueño que comienza en la familia. Soñar no es
asunto de una imagen ideal. ¿Cómo puede una familia realizar el sueño de Dios
en este mundo? Preguntémonos también, ¿qué soñamos como Iglesia? Un sacerdote
se sentía en un estado de resignación porque cada vez son menos quienes
participan en las iglesias. Es preciso soñar en la Iglesia de hoy, tal como
vemos la realidad de hoy. Qué quiere realizar la gente de hoy para que la
Iglesia sea ese espacio de libertad
donde se pueda convivir, allí donde la Iglesia sueña que los pobres sean
respetados y queridos en el mundo.
De
este modo, sentir lo sagrado como algo sobre lo que el hombre no tiene poder de
manipulación. En griego el término sagrado permite afirmar que “sólo lo santo
puede sanar”. La iglesia crea este espacio sagrado para sanar “hagios”. En alemán el término Heig, expresa el ser poseído por lo
sagrado. El término derivado Hinsicht: puede traducirse como cuidado,
sentirse bien -s in jeder Hinsicht: sentirse bien en todos los sentidos.
La
Iglesia crea un espacio sagrado que tiene efecto santificante y sagrado, frente
a la gente. El sueño de la Iglesia es el espacio donde Dios está presente en el
centro. Sólo entonces es realización del ser humano.
Esta
imagen y anhelo espiritual de hoy, anhelo de tener experiencia espiritual, se
vive fuertemente en Iglesia, y por ello es preciso globalizarlo, sin dejar que
la globalización sea negativa del capitalismo se convierta en una maldición
para el mundo.
Globalizar
la fe, la esperanza, el amor, es el aporte de la Iglesia que expresa y abre a
la esperanza. Esta es precisamente la Pascua, la pasión, muerte y resurrección
de Jesús, símbolo de la esperanza donde no hay ninguna muerte que no conduzca a
la vida. No hay fracaso por grande que sea, que no nos conduzca al triunfo. No hay petrificación
que no pueda superarse con la vida.
El
sueño es entonces, realizar esta esperanza que expresa a Jesús, como resucitado
de entre los muertos.
La
resurrección es el reino de dios
presente en la sociedad. El reino de Dios que está dentro de cada uno. En cada
uno de nosotros hay un espacio de silencio testificando la presencia del reino
de dios. Allí experimentamos de 5 maneras esta realidad.
1.
Siendo
libres de las expectativas de los demás, de sus ideas, de sus opiniones (como
por ejemplo: ¿qué pensarán los demás de mí?). En mi espacio interior soy libre
de la opinión de los demás. Allí estoy enteramente ante mí.
2.
En
segundo lugar soy libre de palabras hirientes que me puedan afectar
emocionalmente, porque siento que mi espacio no hay lugar para ello. Es importante
destacar que aún por debajo de las heridas, hay un ámbito sano dentro de mí.
3.
En
tercer lugar, allí donde está el reino de Dios, soy original y aún sin disimular imágenes de mí mismo en las que
puedo reconocerme como finito, aún en medio de mis falencias. Allí soy
original, soy como soy.
4.
Allí
donde está el Reino de dios, somos diáfanos y ni la culpa misma nos paraliza. Debajo
de la culpa hay un espacio donde la misma culpa no tiene acceso. Por ejemplo,
en la lógica de la guerra el hombre se condena calificándose de que no vale
nada. Dios ya nos perdonó, y existe un espacio no obstruido por la imagen de la
culpa. Es allí donde están las condiciones básicas de mi propia identidad. Si nos escuchamos y logramos algo diáfano y puro,
allí reside el misterio de dios en nosotros. En esto consiste el “estar en casa”
del pequeño ritual de los símbolos de la esperanza, al que San Juan alude
cuando nos presenta la cruz, como la imagen del Dios que se nos da y nos invita
a vivir la cruz, como la máxima plenitud. Así afirma Juan, que desde la Cruz,
atraeré a todos hacia mí.
El Padre Anselm Grün invita a los presentes a
poner los brazos en forma de cruz en el pecho, sintiendo que Dios me abraza, en
presencia de todas mis contradicciones. Cerrar la puerta de mis brazos, donde
está el Reino de Dios sobre mí, y experimentar este “espacio de silencio”. Allí
en la gran cercanía de Dios, me abrazo con todas mis positividades y
negatividades. Protejo este espacio de silencio y allí donde el reino de Dios
habata dentro de mí ser, libre, pleno, seguro, original y auténtico, pero
diáfano.
Señor,
esta es nuestra casa y haz que tus ángeles habiten en él y nos protejan con tu
paz y que descienda sobre nosotros tu santa bendición, que esté siempre todos
nosotros, y en torno todos. Te lo rogamos por JNS. Amén.
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